22 oct 2010

Dar de beber al sediento

Hace unos días fui a visitar a un familiar bastante mayor al hospital. Estaba hecho polvo porque tenía una de esas cosas por las que te puedes morir.. pero no te mueres.. pero ya sabes que eres viejo y que es fácil que vuelva. Algo del pulmón. Su estado anímico era horrible. Entubado con oxígeno y sin fuerzas, nos saludó. Tras varios minutos de conversación su rostro seguía hundido y turbado. Pero hubo un momento, uno solo, en que sonrió. Fue joven.

Le preguntaron otros familiares si allí le lavaban. Su cara irradió felicidad y entusiasmo por que volviese a ocurrir lo que nos iba a narrar. Su boca dijo "Sí", pero su mano señaló sus huevos. Las jóvenes enfermeras recién salidas de la facultad habían estado allí, de dos en dos, trabajando la zona de su pene. Quitando los restos de suciedad, y tratando aquel aparato como se merecía: con cariño.

Y esto me lleva a reflexionar. Llega una edad jodida en la que seguramente el sexo sea algo muy ocasional. Tendrás que lidiar con tu cuerpo y con el de tu pareja - si tienes de eso - y la única forma de que varias chicas jóvenes y guapas vayan y te limpien la polla es la de enfermar. Si ese hombre no hubiese enfermado, nunca le habrían tocado allí esas chicas. Ha tenido un enorme consuelo, incluso la idea de ir al hospital todas las semanas el resto de su vida se hace menos horrible, porque allí están ellas, trabajándole el nabo con tanto amor... Y puede que un día se canse de que sólo le limpien pero... quién sabe. Con el tiempo, quizá.

De esto quería yo hablar hoy. De la alegría a través del dolor. Del estar cerca de la muerte para que unas jóvenes pasen sus manos por tus huevos viejos y castigados. Del placer que llega gracias al dolor, y sin el que, ni de joven, te ves capaz de conseguir.

Benditas profesionales.

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